Capítulo II
13 de abril 2011
No tengo las palabras exactas para decirte lo mucho que te amo.
¿Te amo? No lo sé, lo que siento por ti es más que amor (seguramente inventaré
alguna palabra para este sentimiento). Eres ese espacio perfecto que hay en mi
cama; eres como el café no es necesario tenerte en mi vida, porque haces daño,
pero de todas formas es un placer tenerte y te disfruto. No eres una cosa, eres
una parte de mí. Te amo. Te amo por todo lo que me das y lo que me dejas darte,
por todo lo que me enseñas, porque sin ti la vida es más difícil. Lo sé, porque
pase muchos años sin conocerte y ahora, todo es mejor. Quiero que entiendas que
estaré contigo siempre, en las buenas, en las malas, en la muerte, en la vida y
en tus sueños. Eres para mí, yo lo sé. Por fin te encontré y no te dejaré ir.
Eres mi vida, eres mejor que eso, eres lo que me da vida. ¿Soy tan cursi?
Simplemente intento explicar este sentimiento. Gracias por todos estos momentos
a tu lado, nunca los olvidaré.
Axel
Lo que el viento se llevó
Es verdad
que la vida cambia y todo en ella. Yo nunca me había sentido más segura que
cuando estaba con él. Incluso había prometido que no volvería a tener relaciones
con alguien más si él dejaba de ser mi novio. No podía imaginar mi vida sin él
(sigo sin poder hacerlo). ¿Cómo es lo llegué a amar con esta intensidad? Creo
que eso sucede cuando encuentras a la persona correcta. Y eso no tiene nada que
ver son sus gustos. A mí me gustaba un tipo de música y a él otro, se vestía de
forma diferente y yo también. El odiaba terriblemente leer, mi pasión era
conocer más historias.
Cuando él
se fue, me derrumbé. Los primeros meses lo único que quería era regresar el
tiempo y cambiar las cosas. Quería tener el poder de deshacer las cosas que
había hecho mal. Simplemente quería que todo fuera como antes. Por las mañanas
era tan difícil despertar y saber que él no estaba, que aunque lo buscara, él
se había ido. Y por las noches, apenas llegaba a mi cama, lloraba. Lloraba sin
cesar por varias horas, se me acababan las lágrimas, las ganas de seguir
llorando, un dolor de cabeza me invadía y el pecho me dolía. Me dormía y
nuevamente se repetía la misma historia. No podía salir de casa a tiempo.
Estaba muy cansada de todo y me repetía diariamente, “un día vas a dejar de
doler”.
Mis
compañeros no notaban mi enorme sombra que llevaba en la espalda. Era casi
imposible mantenerme despierta en clases, no me daba hambre, tampoco me enfermaba,
era inmune a cualquier contacto físico de los demás. Los abrazos me parecían
vagos y vacíos, las palabras se escuchaban sin sentido. Me sentía vacía,
realmente vacía. No me sentía enojada o triste, llegó un momento en el que ya
no sentía nada, me sentía vacía. Por dentro y por fuera. A veces sentía dolor
en mi piel porque no estaba. A veces me sentía desesperada. No me importaba
nada. Tu partida había sido lo más difícil para mí, porque de cierta manera
sabía que merecía esto.
Después de
estos meses, seguía llorando por las noches, a veces en el día me sentaba para
respirar y aguantar el llanto hasta llegar a casa. Pero, ahora sí sabía cómo me
sentía. Tenía mucho coraje, enojo, desesperación. Tal vez no me entienden,
¿alguna vez han trabajado mucho en algo, hasta que queda perfecto y saben que
después de la perfección ya no queda nada más que admirar eso? Bueno, yo sabía
que había logrado esa perfección con él y el siguiente paso no era admirar, era
seguir trabajando. Por eso me sentí así cuando él se fue, cuando me dejó y sus
promesas no importaron. Quería sentir algo, ya no quería estar enojada, tampoco
quería sentir ese vacío. Quería que dejara de doler.
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KL (Amor asesino)